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«Nos han sido dadas dos orejas, Pero sólo una boca,
Para que podamos oír más y hablar menos»
ZENÓN DE ELEA |
Por: Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
¿Es lo mismo escuchar que oír?
Comencemos por establecer una diferencia entre lo que significa escuchar y lo que
significa oír. Frecuentemente utilizamos indistintamente ambos verbos en nuestro lenguaje
ordinario. “¿Es que no me has oído?”, le pregunta la esposa a su marido. “Sí, sí... te estaba
escuchando...”, responde éste, aunque difícilmente podría repetirle las últimas palabras que
ha registrado su cerebro.
Cuando hablamos de oír, estamos refiriéndonos al proceso fisiológico que acontece
cuando la recepción de las ondas –estímulos– produce una serie de vibraciones que llegan al
cerebro:
- el silencio absoluto o el desierto están entre 0 y 10 decibelios;
- el ambiente de una biblioteca o el cuchicheo, entre 30 y 40 decibelios;
- una conversación habitual de todo moderado puede estar entre 50 y 60 decibelios.
Pero a partir de ahí se dispara la estimulación, y el ruido se hace fuerte, intolerable y
hasta doloroso:
- el camión que descarga la basura, el frenazo de un carro o una acalorada discusión de
los vecinos subirán los decibelios hasta 80-90.
- una moto acelerando al máximo por una urbanización, o una discoteca ‘normal’, situarán
la tensión entre 110-120 decibelios.
Por otra parte, el hecho físico de oír no puede ser detenido, ya que las vibraciones se
transmiten a nuestro cerebro inevitablemente, lo queramos o no.
Escuchar es otra cosa.
Escuchar es un proceso psicológico que, partiendo de la audición, implica otras variables del
sujeto: atención, interés, motivación, etc. Y es un proceso mucho más complejo que la
simple pasividad que asociamos al dejar de hablar
Algunas sugerencias para mejorar la calidad de la escucha
1. Es importante no sólo estar convencidos de que escuchar es un valor que hay que
potenciar, sino también repasar las experiencias de escucha que tenemos habitualmente.
Nos podemos preguntar: en los dos últimos meses, ¿a cuántas personas y durante
cuánto tiempo tengo conciencia de haber escuchado? ¿Qué datos me han proporcionado
esas personas de que efectivamente ha sido así, de que conmigo, por ejemplo, han
mejorado su autoexploración? ¿Me lo han dicho directamente (¡qué gusto hablar
contigo!; ¡gracias por haberme escuchado!...)? Y viceversa: ¿por quienes me he sentido
realmente escuchado/a en los últimos días?
2. Este discernimiento potencia también nuestro aprendizaje cuando nos ofrece
experiencias negativas: personas, ambientes, grupos etc., donde te han interrumpido, no
te han atendido mínimamente, o lo han hecho simultaneando la escucha con otras tres
cosas a la vez... El disgusto que produce esta falta de atención puede servirnos para
aprender a no hacer lo mismo con otros.
3. Ayudaría también el saber detectar en cada una de las tres áreas, física, emocional y
cognitiva, dos o tres deficiencias o dificultades habituales en nosotros, y proponernos
durante un tiempo su corrección para mejorar así la escucha. Por ejemplo: ¿qué hacer
para evitar las distracciones físicas que más me perturban?; ¿cómo puedo actualizar mi
motivación antes y durante la escucha de alguien? O tal vez sea en el terreno emocional
donde tenga que empezar a trabajar más concretamente: ¿puedo recibir con más
neutralidad emocional los mensajes del otro?; ¿puedo manejar mejor mi ansiedad, mi
miedo o mi desinterés emocional?
4. Con todo esto mejoraremos nuestra actitud y nuestra destreza para la escucha;
lograremos ser personas capaces de escuchar activamente y facilitar la comprensión del
otro.
Habría otras formas de seguir creciendo en esta línea, para lo cual puede ser útil
responder a los siguientes interrogantes:
- ¿qué otros aspectos ayudan a mejorar la calidad de mi escucha? - ¿qué puedo aprender de las personas por las que me siento realmente escuchado?;
-¿cómo me lo han facilitado (tono de voz, tipo de intervención, etc.)?;
- ¿cómo ser capaz de escuchar a personas y contenidos opuestos y contrarios a mis
propias ideas, valores o sentimientos?
- ¿puedo especializarme en escuchas difíciles? Por ejemplo, escuchar a personas
obsesivas, repetitivas, pesadas, lentas, aburridas, etc. (lo cual requerirá una mayor dosis
de paciencia), o a aquellas otras a quienes habitualmente se evita por su peculiar
carácter, su introversión o su pobreza de recursos humanos...