miércoles, 19 de abril de 2017

EL DIFÍCIL ARTE DE ESCUCHAR


«Nos han sido dadas dos orejas,
 Pero sólo una boca, Para que podamos oír más y
hablar menos»
ZENÓN DE ELEA

Por: Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

¿Es lo mismo escuchar que oír? Comencemos por establecer una diferencia entre lo que significa escuchar y lo que significa oír. Frecuentemente utilizamos indistintamente ambos verbos en nuestro lenguaje ordinario. “¿Es que no me has oído?”, le pregunta la esposa a su marido. “Sí, sí... te estaba escuchando...”, responde éste, aunque difícilmente podría repetirle las últimas palabras que ha registrado su cerebro.
Cuando hablamos de oír, estamos refiriéndonos al proceso fisiológico que acontece cuando la recepción de las ondas –estímulos– produce una serie de vibraciones que llegan al cerebro:
- el silencio absoluto o el desierto están entre 0 y 10 decibelios;
- el ambiente de una biblioteca o el cuchicheo, entre 30 y 40 decibelios; - una conversación habitual de todo moderado puede estar entre 50 y 60 decibelios.
 Pero a partir de ahí se dispara la estimulación, y el ruido se hace fuerte, intolerable y hasta doloroso: - el camión que descarga la basura, el frenazo de un carro o una acalorada discusión de los vecinos subirán los decibelios hasta 80-90.
 - una moto acelerando al máximo por una urbanización, o una discoteca ‘normal’, situarán la tensión entre 110-120 decibelios.
Por otra parte, el hecho físico de oír no puede ser detenido, ya que las vibraciones se transmiten a nuestro cerebro inevitablemente, lo queramos o no.
Escuchar es otra cosa. Escuchar es un proceso psicológico que, partiendo de la audición, implica otras variables del sujeto: atención, interés, motivación, etc. Y es un proceso mucho más complejo que la simple pasividad que asociamos al dejar de hablar

Algunas sugerencias para mejorar la calidad de la escucha 
1. Es importante no sólo estar convencidos de que escuchar es un valor que hay que potenciar, sino también repasar las experiencias de escucha que tenemos habitualmente. Nos podemos preguntar: en los dos últimos meses, ¿a cuántas personas y durante cuánto tiempo tengo conciencia de haber escuchado? ¿Qué datos me han proporcionado esas personas de que efectivamente ha sido así, de que conmigo, por ejemplo, han mejorado su autoexploración? ¿Me lo han dicho directamente (¡qué gusto hablar contigo!; ¡gracias por haberme escuchado!...)? Y viceversa: ¿por quienes me he sentido realmente escuchado/a en los últimos días?
 2. Este discernimiento potencia también nuestro aprendizaje cuando nos ofrece experiencias negativas: personas, ambientes, grupos etc., donde te han interrumpido, no te han atendido mínimamente, o lo han hecho simultaneando la escucha con otras tres cosas a la vez... El disgusto que produce esta falta de atención puede servirnos para aprender a no hacer lo mismo con otros.
3. Ayudaría también el saber detectar en cada una de las tres áreas, física, emocional y cognitiva, dos o tres deficiencias o dificultades habituales en nosotros, y proponernos durante un tiempo su corrección para mejorar así la escucha. Por ejemplo: ¿qué hacer para evitar las distracciones físicas que más me perturban?; ¿cómo puedo actualizar mi motivación antes y durante la escucha de alguien? O tal vez sea en el terreno emocional donde tenga que empezar a trabajar más concretamente: ¿puedo recibir con más neutralidad emocional los mensajes del otro?; ¿puedo manejar mejor mi ansiedad, mi miedo o mi desinterés emocional?
4. Con todo esto mejoraremos nuestra actitud y nuestra destreza para la escucha; lograremos ser personas capaces de escuchar activamente y facilitar la comprensión del otro.
Habría otras formas de seguir creciendo en esta línea, para lo cual puede ser útil responder a los siguientes interrogantes:
 - ¿qué otros aspectos ayudan a mejorar la calidad de mi escucha? - ¿qué puedo aprender de las personas por las que me siento realmente escuchado?;
-¿cómo me lo han facilitado (tono de voz, tipo de intervención, etc.)?;
- ¿cómo ser capaz de escuchar a personas y contenidos opuestos y contrarios a mis propias ideas, valores o sentimientos?
- ¿puedo especializarme en escuchas difíciles? Por ejemplo, escuchar a personas obsesivas, repetitivas, pesadas, lentas, aburridas, etc. (lo cual requerirá una mayor dosis de paciencia), o a aquellas otras a quienes habitualmente se evita por su peculiar carácter, su introversión o su pobreza de recursos humanos...

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