LA INTELIGENCIA EMOCIONAL: RACIONAL & EMOCIONAL |
El cerebro emocional
Cuando se nos presenta
una situación en el cual nos invade el miedo ya se por el hecho de que ocurra
un accidente y esté en juego la vida de un ser querido siendo un hijo o incluso
si es porque un intruso entra a nuestra casa e irrumpe en el encontrarnos a
salvos y estar expuesto al peligro nuestras emociones actuaran inmediatamente
que son las que nos ayudan a afrontar esos momentos difíciles, como la
persistencia en el logro de un objeto a pesar de las frustraciones, el riesgo o
pérdidas irreparables. Cada emoción nos predispone de un modo diferente a cada
situación inesperada.
En el caso de que sea la vida de nuestro
hijo (a) que esté en juego ocurren actos que desde el punto de vista biológico
evolucionista, ese sacrificio parental o autoinmolación está al servicio del
éxito reproductivo que supone transmitir los genes a las generaciones futuras,
pero considerando la perspectiva de los padres que deben tomar una decisión
desesperada en una situación límite, no existe más motivación que ese sentimiento
de amor.
Las emociones han sido sabias referencias
a lo largo del proceso evolutivo. Para bien o para mal nuestras reacciones ante
cualquier evento o encuentro interpersonal no son el fruto exclusivo de un
juicio totalmente racional.
Debemos saber que nos encontraremos con
diferentes retos que se nos presentaran en el mundo que contaremos con nuestros
recursos emocionales que se irán adaptando a las necesidades de cada uno.
Llegaran momentos en el que el miedo o la
ansiedad podrían salvarnos la vida, como un conejo paralizado ante las huellas
de un zorro. Porque al apoderarse en nosotros ese sentimiento de miedo o
ansiedad nos obligamos a detenernos, prestar atención y tomar conciencia de lo
próximo que se encuentra el peligro. Muchas de nuestras emociones son impulsos
que nos llevan a actuar o a movernos ante la situación o evento que se nos
presente. Los impulsos básicos que nos incitan a actuar parecen hallarse
divorciados de las reacciones.
La distinta impronta propia de cada emoción
evidencia que cada una de ellas desempeña un papel único en nuestro repertorio
emocional. Cada una de nuestras emociones predispone al cuerpo a un tipo
diferente de respuesta.
Todos nosotros tenemos dos mentes, una
mente que piensa y otra mente que siente y estas dos formas fundamentales de conocimiento
interactúan para construir nuestra vida mental. Una de ellas es la mente
racional, que es la modalidad de la comprensión de la que solemos ser
conscientes, más despierta, más pensativa, más capaz de ponderar y reflexionar.
La mente emocional es aquella que es más impulsivo y poderoso e incluso
ilógico. La mayor parte del tiempo estas dos mentes colaboran uniendo sus
distintas formas de conocimiento para guiarnos adecuadamente a través del mundo.
En numerosas ocasiones estas dos mentes están exquisitamente coordinadas porque
los sentimientos son esenciales para el pensamiento y lo mismo ocurre a la inversa.
Pero cuando aparecen las pasiones, el
equilibrio se rompe y la mente emocional desborda y secuestra a la mente
racional.
Para poder comprender mejor el conflicto
entre los sentimientos y la razón, consideremos el desarrollo del cerebro y la
forma en que ha venido evolucionando. La región más primitiva del cerebro que
compartimos con todas aquellas especies que solo dispone de un rudimentario
sistema nervioso, es el tronco encefálico. El cerebro rudimentario regula las
funciones básicas, como la respiración, el metabolismo de los otros de los
otros órganos corporales y las reacciones y movimientos automáticos. De éste
cerebro primitivo emergieron los centros emocionales que millones de años más
tarde dieron origen al neocórtex. El hecho de que el cerebro emocional sea muy
anterior al racional y éste sea una derivación de aquél, revela con claridad
las auténticas relaciones existentes entre el pensamiento y el sentimiento.
La parte del cerebro que envuelve y rodea
el tallo encefálico se le denominó sistema límbico. Este nuevo territorio
neural agregó las emociones propiamente dichas al repertorio de respuestas del
cerebro. La evolución del sistema límbico puso a punto dos poderosas
herramientas: el aprendizaje y la memoria, dos avances realmente evolucionarios
que permitieron ir más allá de las reacciones automáticas predeterminadas y
afinar las respuestas para adaptarlas a las cambiantes exigencias del medio,
favoreciendo así una toma de decisiones mucho más inteligente para la
supervivencia.
Ocurrirán
momentos de nuestras vidas tanto desesperantes como no tan malas en el cual
tendremos una explosión emocional y esto constituye una especie de secuestro
neuronal. Un centro del sistema límbico declara el estado de urgencia y recluta
todos los recursos del cerebro para llevar a cabo su impostergable tarea. Este
secuestro tiene lugar en un instante y desencadena una reacción decisiva antes
incluso de que el cerebro pensante tenga siquiera la posibilidad de darse
cuenta plenamente de lo que está ocurriendo y mucho menos de decidir si se
trata de una respuesta adecuada. Hay que decir también que los secuestros
neuronales no son de algún modo incidentes aislados y que tampoco pueden
conducir a crímenes tan detestables como el asesinato.
La sede de todas nuestras emociones, quien
tiene el sabor emocional es nuestra amígdala y en la actualidad se considera
como una estructura límbica muy ligada a los procesos de aprendizaje y la
memoria. La interrupción de las conexiones existentes entre la amigada y el
resto del cerebro provoca una asombrosa ineptitud para calibrar el significado
emocional de los acontecimientos.
La naturaleza de la inteligencia
emocional
Cuando carecemos de
inteligencia emocional el logro de nuestros objetivos vitales se verá frustrado
por otras características.
Entre las principales características de
la inteligencia emocional están como la capacidad de motivarnos a nosotros
mismos, de perseverar en el empeño a pesar de las posibles frustraciones, de
saber controlar los impulsos, de diferir las gratificaciones, de regular
nuestros propios estados de ánimos, saber evitar que la angustia interfiera en
con nuestras facultades racionales, pero sobre todo tener la capacidad de
empatizar y confiar en los demás.
El CI
no basta para explicar los destinos tan diferentes que podrían tener las
personas que cuentan con una perspectiva de educación y oportunidades
similares. Aunque un CI elevado no constituya la menor garantía de prosperidad,
prestigio ni felicidad y nuestra cultura en general, siguen insistiendo en el
desarrollo de las habilidades académicas en contra de los intereses de una
inteligencia emocional y de ese conjunto de rasgos que son decisivos para
nuestro destino personal.
Gardner afirma que no solo existe un solo
tipo de inteligencia que resulte esencial para el éxito de la vida, sino que
existe una amplia gama y no menos de siete variedades distintas de
inteligencia. Gardner enumera los dos tipos de inteligencia académica que son
la verbal-lingüística y la aptitud lógico-matemática. También está la
inteligencia espacial, el talento kinestésico, las inteligencias
interpersonales (la capacidad de comprender a los demás) y la inteligencia
intrapersonal (configurar una imagen exacta y propia de nosotros mismos).
Todos nosotros representamos una
combinación peculiar entre el intelecto y la emoción. A primera vista tal vez
pensemos nuestros sentimientos son evidentes, pero una reflexión cuidadosa nos
recordara en que alguna vez no hemos arreglado o lo hemos hecho demasiado tarde
en lo que sentíamos respecto a algo. Es por ello que debemos tener una
conciencia de uno mismo, es decir, ser conscientes de nuestros estados de
ánimos y de los pensamientos que tenemos acerca de esos estados de ánimo, en resumen
es estar atentos a los estados internos sin reaccionar ante ellos sin
juzgarlos. En casos más extremos existen personas con una conciencia emocional
que es casi inexistente.
El dominio de uno mismo, es tener esa
capacidad de afrontar los contratiempos emocionales que nos depara el destino.
El hecho de mantener o controlar esas emociones angustiosas constituye la clave
de nuestro bienestar emocional y aprender a mantener el equilibrio.
Cuando las emocione dificultan la
concentración, se dificulta el funcionamiento de la capacidad cognitiva que los
científicos denominan memoria de trabajo, la capacidad de mantener en la mente
toda la información relevante para la tarea que se esté llevando a cabo. Es por
ello que la tensión emocional compromete el buen funcionamiento de la memoria
de trabajo a través de las conexiones límbicas que convergen en el córtex
prefrontal dificultando así toda posibilidad de pensar con claridad. La capacidad
de expresar los propios sentimientos constituye una habilidad social
fundamental. Paul Ekman utiliza el término de despliegue de roles para
referirse al consenso social en el que resulta adecuado expresar los
sentimientos. Existen varios tipos fundamentales de despliegues de roles. Uno
de ellos consiste en minimizar las emociones, otro consiste en exagerar lo que
uno siente, un tercero consiste en sustituir un sentimiento por otro. El
conocimiento de estas estrategias y del momento en que pueden manifestarse
constituye un factor esencial de la inteligencia emocional.
La inteligencia emocional aplicada
Sigmund Freud le dijo a
su discípulo Erick Erikson que la capacidad de amar y de trabajar constituyen
los indicadores que jalonan el logro de la plena madurez.
En los últimos años se ha llevado a cabo
una serie de investigaciones que se ha ocupado de analizar con precisión
desconocida hasta la fecha los vínculos emocionales que mantienen los esposos y
los problemas que pueden llevar a separarlos. Es muy probable que el avance más
importante en la comprensión de los factores que contribuyen a la unión o
separación del matrimonio esté ligado a sutiles instrumentos fisiológicos que
permiten rastrear minuciosamente instante tras instante los intercambios
emocionales que tienen lugar en la interacción entre los miembros de la pareja.
No podemos olvidar que gran parte del
fracaso de las relaciones de pareja se deben a que se asienta en las
diferencias existentes entre los mundos emocionales de los hombres y las
mujeres.
Existe algo llamado realidades emocionales
distintas tanto como la del hombre como el de la mujer que se encuentran en una
misma relación de pareja. Y es que el origen de estas diferencias emocionales
responde parcialmente a razones biológicas, también tiene que ver mucho con la
infancia y con los distintos mundos emocionales con lo que pueden crecer los
niños y las niñas.
Durante el periodo de crecimiento de los
niños, las lecciones recibidas son muy distintas a las de otros niños y niñas.
Los padres hablan más de las emociones con las niñas, a excepción del enfado,
que con los niños, y es por esto que las niñas son más abiertas al mundo de las
emociones que los niños.
La educación emocional termina
desarrollando las aptitudes muy diferentes; es decir que las chicas se pueden
interesar por lectura de indicadores emocionales tanto verbales como no
verbales y a la expresión de sus sentimientos. Los chicos en cambio minimizan
sus sentimientos relacionadas con la vulnerabilidad, la culpa, el miedo y el
dolor.
Los hombres suelen ser más optimistas
sobre la situación real de su matrimonio mientras que las mujeres son más
sensibles a los aspectos problemáticos de la relación. No se tiene duda que la torpeza
de los hombres para percatarse de los problemas de la relación de pareja se
debe en sí a su falta de capacidad para descifrar el contenido emocional de las
expresiones faciales. Las mujeres suelen ser más sensibles que los hombres para
captar un gesto de tristeza. Es por esto que las mujeres se ven obligadas a
aparentar una desolación absoluta para que un hombre pueda percatarse de sus
verdaderos sentimientos y darle luego el tiempo el tiempo suficiente para que
se plantee cual puede ser la causa de su malestar.
Las críticas destructivas son una
incipiente señal de alarma que indica que algo en el matrimonio o relación no
anda bien. En un matrimonio emocional mente sano, tanto la esposa como el
marido se sienten lo suficientemente libre para expresar y formular
abiertamente sus quejas.
La diferencia existentes entre una crítica
personal y una queja son totalmente evidente. Puesto que en la queja uno señala
específicamente aquello que le molesta del otro miembro de la pareja y critica
sus acciones no su persona y expresándole cómo se siente. En el caso de la
crítica personal en cambio es que es un miembro se sirve de una demanda
concreta para arremeter contra el otro; este tipo de critica deja al otro
avergonzado, disgustado, ultrajado y humillado y es muy posible que termine
abocando a un reacción defensiva que no contribuya en nada a mejorar la
situación.
El pensamiento de que uno es víctima
inocente es muy típico de aquellos matrimonios en crisis que de un modo u otro
se agrede continuamente. Una vez que estos tipos de pensamientos se automatizan
desempeñan un papel autoconfirmante y de este modo el miembro de la que se
siente víctima acecha constantemente todo lo que hace el otro para poder
confirmar su propia opinión de que está siendo atacado o menospreciado,
ignorando al mismo tiempo todo acto de mínimamente positivo que pueda
cuestionar está visión.
El término desbordamiento se utiliza para
para referirse a la sobrecarga de desazón emocional que resulta imposible de
controlar y que arrastra consigo a quienes se ven superados por la negatividad
de su pareja y por su propia respuesta ante ella. El desbordamiento impide oír
sin distorsiones el mensaje recibido, responder con la cabeza despejada, organizar
las ideas y sentimientos y termina las más primitivas de las emociones. De este
modo el desbordamiento constituye un tipo de secuestro emocional que se
autoperpetua.
En el momento culminante del secuestro
emocional alcanzan una intensidad extraordinaria, la perspectiva del sujeto se
estrecha y su pensamiento se vuelve tan confuso que no existe la menor
posibilidad de poder asumir el punto de
vista del otro y tratar de solucionar las cosas de un modo más razonable.
Los hombres y las mujeres remedios
emocionales diferentes. La recomendación seria que los hombres no trataran de
evadir los conflictos sino que en cambio intentaran comprender que las llamadas
de atención de su esposa o su muestra de disgusto, puedan ser motivados por el
amor y por el intento de mantener la fluidez y la salud de la relación.
En el núcleo de toda emoción intensa
subyace un impulso a la acción y por esto resulta fundamental el dominio de los
impulsos para el desarrollo de la inteligencia emocional.
Una puerta abierta a la oportunidad
La vida familiar es la primera escuela de
aprendizaje emocional, es el crisol doméstico en el que aprendemos a la forma
en que los demás reaccionan ante nuestros sentimientos, ahí es también donde
aprendemos a pensar en nuestros sentimientos, en nuestras posibilidades de
respuesta y en la forma de interpretar y expresar nuestras esperanzas y
nuestros temores.
Se mencionan los tres estilos de parentaje
inadecuados son los siguientes:
·
Ignorar completamente los sentimientos
de los hijos.
·
El estilo laissez-faire.
·
Menospreciar y no respetar los
sentimientos de los niños.
Pero finalmente también hay padres que
aprovechan los problemas emocionales de sus hijos como una oportunidad para desempeñar
la función de preceptores o mentores emocionales. Son padres que se toman lo
suficientemente en serio los sentimientos de sus hijos para tratar de
comprender exactamente lo que les está disgustando.
Una de las lecciones emocionales
fundamentales es la de aprender a diferenciar entre los sentimientos, no nos
resultará difícil entender que un padre que se halle completamente desconectado
de su propia tristeza mal podrá ayudar a su hijo comprender la diferencia que
existe entre el desconsuelo que acompaña una pérdida, la pena que nos produce
una película triste y el sufrimiento que nos embarga cuando algo malo le ocurre
o una persona cercana.
Algunos de los elementos fundamentales de
la inteligencia emocional que los hijos deben aprender son: aprender a
reconocer, canalizar y dominar sus propios sentimientos y empatizar y manejar
los sentimientos que aparecen en sus relaciones con los demás.
El rendimiento escolar del niño depende
del más fundamental de todos los conocimientos, aprender a aprender. Hay siete
ingredientes clave de esta capacidad fundamental.
·
Confianza: la sensación de controlar y
dominar el propio cuerpo, la propia conducta y el propio mundo.
·
Curiosidad: la sensación de descubrir
algo es positivo y placentero.
·
Intencionalidad: el deseo de capacidad
de lograr algo.
·
Autocontrol: la capacidad de modular y
controlar las propias emociones.
·
Relación: la capacidad de relacionarse
con los demás.
·
Capacidad de comunicar: el deseo y la
capacidad de intercambiar verbalmente ideas, sentimientos y conceptos con los
demás.
·
Cooperación: la capacidad de armonizar
las propias necesidades con los demás.
Parece que las madres que protegen a sus
hijos muy reactivos contra la frustración y la ansiedad, esperando ayudar así a
la superación de este problema, aumentan la incertidumbre del niño y termina
provocando el efecto contrario.
La alfabetización emocional
Las tendencias mentales que presentan los
niños agresivos perduran teniendo problemas de uno u otro tipo. Una
investigación realizada sobre jóvenes convictos de delitos violentos y
estudiantes de instituto especialmente agresivos demostró que ambos grupos
comparten las mismas tendencias mentales. Son personas que cuando tienen
problemas con alguien tienden automáticamente a considerarle como un adversario
y extraen conclusiones precipitadas sobre su hostilidad sin recabar información
ni buscar formas más pacíficas de dirimir sus diferencias. Tampoco suelen
considerar las posibles consecuencias negativas de un desenlace violento.
Una observación minuciosa de las causas de
depresión juvenil señala la presencia de serias deficiencias en dos
competencias emocionales fundamentales: la capacidad de relacionarse y la forma
de interpretar los reveses y contratiempos de la vida.