miércoles, 29 de marzo de 2017

LA INTELIGENCIA EMOCIONAL: RACIONAL & EMOCIONAL

El cerebro emocional
     Cuando se nos presenta una situación en el cual nos invade el miedo ya se por el hecho de que ocurra un accidente y esté en juego la vida de un ser querido siendo un hijo o incluso si es porque un intruso entra a nuestra casa e irrumpe en el encontrarnos a salvos y estar expuesto al peligro nuestras emociones actuaran inmediatamente que son las que nos ayudan a afrontar esos momentos difíciles, como la persistencia en el logro de un objeto a pesar de las frustraciones, el riesgo o pérdidas irreparables. Cada emoción nos predispone de un modo diferente a cada situación inesperada.
     En el caso de que sea la vida de nuestro hijo (a) que esté en juego ocurren actos que desde el punto de vista biológico evolucionista, ese sacrificio parental o autoinmolación está al servicio del éxito reproductivo que supone transmitir los genes a las generaciones futuras, pero considerando la perspectiva de los padres que deben tomar una decisión desesperada en una situación límite, no existe más motivación que ese sentimiento de amor.
     Las emociones han sido sabias referencias a lo largo del proceso evolutivo. Para bien o para mal nuestras reacciones ante cualquier evento o encuentro interpersonal no son el fruto exclusivo de un juicio totalmente racional.
     Debemos saber que nos encontraremos con diferentes retos que se nos presentaran en el mundo que contaremos con nuestros recursos emocionales que se irán adaptando a las necesidades de cada uno.
     Llegaran momentos en el que el miedo o la ansiedad podrían salvarnos la vida, como un conejo paralizado ante las huellas de un zorro. Porque al apoderarse en nosotros ese sentimiento de miedo o ansiedad nos obligamos a detenernos, prestar atención y tomar conciencia de lo próximo que se encuentra el peligro. Muchas de nuestras emociones son impulsos que nos llevan a actuar o a movernos ante la situación o evento que se nos presente. Los impulsos básicos que nos incitan a actuar parecen hallarse divorciados de las reacciones.
     La distinta impronta propia de cada emoción evidencia que cada una de ellas desempeña un papel único en nuestro repertorio emocional. Cada una de nuestras emociones predispone al cuerpo a un tipo diferente de respuesta.
     Todos nosotros tenemos dos mentes, una mente que piensa y otra mente que siente y estas dos  formas fundamentales de conocimiento interactúan para construir nuestra vida mental. Una de ellas es la mente racional, que es la modalidad de la comprensión de la que solemos ser conscientes, más despierta, más pensativa, más capaz de ponderar y reflexionar. La mente emocional es aquella que es más impulsivo y poderoso e incluso ilógico. La mayor parte del tiempo estas dos mentes colaboran uniendo sus distintas formas de conocimiento para guiarnos adecuadamente a través del mundo. En numerosas ocasiones estas dos mentes están exquisitamente coordinadas porque los sentimientos son esenciales para el pensamiento y lo mismo ocurre a la inversa.
     Pero cuando aparecen las pasiones, el equilibrio se rompe y la mente emocional desborda y secuestra a la mente racional.
     Para poder comprender mejor el conflicto entre los sentimientos y la razón, consideremos el desarrollo del cerebro y la forma en que ha venido evolucionando. La región más primitiva del cerebro que compartimos con todas aquellas especies que solo dispone de un rudimentario sistema nervioso, es el tronco encefálico. El cerebro rudimentario regula las funciones básicas, como la respiración, el metabolismo de los otros de los otros órganos corporales y las reacciones y movimientos automáticos. De éste cerebro primitivo emergieron los centros emocionales que millones de años más tarde dieron origen al neocórtex. El hecho de que el cerebro emocional sea muy anterior al racional y éste sea una derivación de aquél, revela con claridad las auténticas relaciones existentes entre el pensamiento y el sentimiento.
     La parte del cerebro que envuelve y rodea el tallo encefálico se le denominó sistema límbico. Este nuevo territorio neural agregó las emociones propiamente dichas al repertorio de respuestas del cerebro. La evolución del sistema límbico puso a punto dos poderosas herramientas: el aprendizaje y la memoria, dos avances realmente evolucionarios que permitieron ir más allá de las reacciones automáticas predeterminadas y afinar las respuestas para adaptarlas a las cambiantes exigencias del medio, favoreciendo así una toma de decisiones mucho más inteligente para la supervivencia.
     Ocurrirán momentos de nuestras vidas tanto desesperantes como no tan malas en el cual tendremos una explosión emocional y esto constituye una especie de secuestro neuronal. Un centro del sistema límbico declara el estado de urgencia y recluta todos los recursos del cerebro para llevar a cabo su impostergable tarea. Este secuestro tiene lugar en un instante y desencadena una reacción decisiva antes incluso de que el cerebro pensante tenga siquiera la posibilidad de darse cuenta plenamente de lo que está ocurriendo y mucho menos de decidir si se trata de una respuesta adecuada. Hay que decir también que los secuestros neuronales no son de algún modo incidentes aislados y que tampoco pueden conducir a crímenes tan detestables como el asesinato.
     La sede de todas nuestras emociones, quien tiene el sabor emocional es nuestra amígdala y en la actualidad se considera como una estructura límbica muy ligada a los procesos de aprendizaje y la memoria. La interrupción de las conexiones existentes entre la amigada y el resto del cerebro provoca una asombrosa ineptitud para calibrar el significado emocional de los acontecimientos.

La naturaleza de la inteligencia emocional 
     Cuando carecemos de inteligencia emocional el logro de nuestros objetivos vitales se verá frustrado por otras características.
     Entre las principales características de la inteligencia emocional están como la capacidad de motivarnos a nosotros mismos, de perseverar en el empeño a pesar de las posibles frustraciones, de saber controlar los impulsos, de diferir las gratificaciones, de regular nuestros propios estados de ánimos, saber evitar que la angustia interfiera en con nuestras facultades racionales, pero sobre todo tener la capacidad de empatizar y confiar en los demás.
    El CI no basta para explicar los destinos tan diferentes que podrían tener las personas que cuentan con una perspectiva de educación y oportunidades similares. Aunque un CI elevado no constituya la menor garantía de prosperidad, prestigio ni felicidad y nuestra cultura en general, siguen insistiendo en el desarrollo de las habilidades académicas en contra de los intereses de una inteligencia emocional y de ese conjunto de rasgos que son decisivos para nuestro destino personal.
    Gardner afirma que no solo existe un solo tipo de inteligencia que resulte esencial para el éxito de la vida, sino que existe una amplia gama y no menos de siete variedades distintas de inteligencia. Gardner enumera los dos tipos de inteligencia académica que son la verbal-lingüística y la aptitud lógico-matemática. También está la inteligencia espacial, el talento kinestésico, las inteligencias interpersonales (la capacidad de comprender a los demás) y la inteligencia intrapersonal (configurar una imagen exacta y propia de nosotros mismos).
     Todos nosotros representamos una combinación peculiar entre el intelecto y la emoción. A primera vista tal vez pensemos nuestros sentimientos son evidentes, pero una reflexión cuidadosa nos recordara en que alguna vez no hemos arreglado o lo hemos hecho demasiado tarde en lo que sentíamos respecto a algo. Es por ello que debemos tener una conciencia de uno mismo, es decir, ser conscientes de nuestros estados de ánimos y de los pensamientos que tenemos acerca de esos estados de ánimo, en resumen es estar atentos a los estados internos sin reaccionar ante ellos sin juzgarlos. En casos más extremos existen personas con una conciencia emocional que es casi inexistente.
     El dominio de uno mismo, es tener esa capacidad de afrontar los contratiempos emocionales que nos depara el destino. El hecho de mantener o controlar esas emociones angustiosas constituye la clave de nuestro bienestar emocional y aprender a mantener el equilibrio.
     Cuando las emocione dificultan la concentración, se dificulta el funcionamiento de la capacidad cognitiva que los científicos denominan memoria de trabajo, la capacidad de mantener en la mente toda la información relevante para la tarea que se esté llevando a cabo. Es por ello que la tensión emocional compromete el buen funcionamiento de la memoria de trabajo a través de las conexiones límbicas que convergen en el córtex prefrontal dificultando así toda posibilidad de pensar con claridad. La capacidad de expresar los propios sentimientos constituye una habilidad social fundamental. Paul Ekman utiliza el término de despliegue de roles para referirse al consenso social en el que resulta adecuado expresar los sentimientos. Existen varios tipos fundamentales de despliegues de roles. Uno de ellos consiste en minimizar las emociones, otro consiste en exagerar lo que uno siente, un tercero consiste en sustituir un sentimiento por otro. El conocimiento de estas estrategias y del momento en que pueden manifestarse constituye un factor esencial de la inteligencia emocional.

La inteligencia emocional aplicada 
     Sigmund Freud le dijo a su discípulo Erick Erikson que la capacidad de amar y de trabajar constituyen los indicadores que jalonan el logro de la plena madurez.
     En los últimos años se ha llevado a cabo una serie de investigaciones que se ha ocupado de analizar con precisión desconocida hasta la fecha los vínculos emocionales que mantienen los esposos y los problemas que pueden llevar a separarlos. Es muy probable que el avance más importante en la comprensión de los factores que contribuyen a la unión o separación del matrimonio esté ligado a sutiles instrumentos fisiológicos que permiten rastrear minuciosamente instante tras instante los intercambios emocionales que tienen lugar en la interacción entre los miembros de la pareja.
     No podemos olvidar que gran parte del fracaso de las relaciones de pareja se deben a que se asienta en las diferencias existentes entre los mundos emocionales de los hombres y las mujeres.
     Existe algo llamado realidades emocionales distintas tanto como la del hombre como el de la mujer que se encuentran en una misma relación de pareja. Y es que el origen de estas diferencias emocionales responde parcialmente a razones biológicas, también tiene que ver mucho con la infancia y con los distintos mundos emocionales con lo que pueden crecer los niños y las niñas.
     Durante el periodo de crecimiento de los niños, las lecciones recibidas son muy distintas a las de otros niños y niñas. Los padres hablan más de las emociones con las niñas, a excepción del enfado, que con los niños, y es por esto que las niñas son más abiertas al mundo de las emociones que los niños.
     La educación emocional termina desarrollando las aptitudes muy diferentes; es decir que las chicas se pueden interesar por lectura de indicadores emocionales tanto verbales como no verbales y a la expresión de sus sentimientos. Los chicos en cambio minimizan sus sentimientos relacionadas con la vulnerabilidad, la culpa, el miedo y el dolor.
     Los hombres suelen ser más optimistas sobre la situación real de su matrimonio mientras que las mujeres son más sensibles a los aspectos problemáticos de la relación. No se tiene duda que la torpeza de los hombres para percatarse de los problemas de la relación de pareja se debe en sí a su falta de capacidad para descifrar el contenido emocional de las expresiones faciales. Las mujeres suelen ser más sensibles que los hombres para captar un gesto de tristeza. Es por esto que las mujeres se ven obligadas a aparentar una desolación absoluta para que un hombre pueda percatarse de sus verdaderos sentimientos y darle luego el tiempo el tiempo suficiente para que se plantee cual puede ser la causa de su malestar.
     Las críticas destructivas son una incipiente señal de alarma que indica que algo en el matrimonio o relación no anda bien. En un matrimonio emocional mente sano, tanto la esposa como el marido se sienten lo suficientemente libre para expresar y formular abiertamente sus quejas.
     La diferencia existentes entre una crítica personal y una queja son totalmente evidente. Puesto que en la queja uno señala específicamente aquello que le molesta del otro miembro de la pareja y critica sus acciones no su persona y expresándole cómo se siente. En el caso de la crítica personal en cambio es que es un miembro se sirve de una demanda concreta para arremeter contra el otro; este tipo de critica deja al otro avergonzado, disgustado, ultrajado y humillado y es muy posible que termine abocando a un reacción defensiva que no contribuya en nada a mejorar la situación.
     El pensamiento de que uno es víctima inocente es muy típico de aquellos matrimonios en crisis que de un modo u otro se agrede continuamente. Una vez que estos tipos de pensamientos se automatizan desempeñan un papel autoconfirmante y de este modo el miembro de la que se siente víctima acecha constantemente todo lo que hace el otro para poder confirmar su propia opinión de que está siendo atacado o menospreciado, ignorando al mismo tiempo todo acto de mínimamente positivo que pueda cuestionar está visión.
     El término desbordamiento se utiliza para para referirse a la sobrecarga de desazón emocional que resulta imposible de controlar y que arrastra consigo a quienes se ven superados por la negatividad de su pareja y por su propia respuesta ante ella. El desbordamiento impide oír sin distorsiones el mensaje recibido, responder con la cabeza despejada, organizar las ideas y sentimientos y termina las más primitivas de las emociones. De este modo el desbordamiento constituye un tipo de secuestro emocional que se autoperpetua.
     En el momento culminante del secuestro emocional alcanzan una intensidad extraordinaria, la perspectiva del sujeto se estrecha y su pensamiento se vuelve tan confuso que no existe la menor posibilidad  de poder asumir el punto de vista del otro y tratar de solucionar las cosas de un modo más razonable.
    Los hombres y las mujeres remedios emocionales diferentes. La recomendación seria que los hombres no trataran de evadir los conflictos sino que en cambio intentaran comprender que las llamadas de atención de su esposa o su muestra de disgusto, puedan ser motivados por el amor y por el intento de mantener la fluidez y la salud de la relación.
     En el núcleo de toda emoción intensa subyace un impulso a la acción y por esto resulta fundamental el dominio de los impulsos para el desarrollo de la inteligencia emocional.

Una puerta abierta a la oportunidad 
     La vida familiar es la primera escuela de aprendizaje emocional, es el crisol doméstico en el que aprendemos a la forma en que los demás reaccionan ante nuestros sentimientos, ahí es también donde aprendemos a pensar en nuestros sentimientos, en nuestras posibilidades de respuesta y en la forma de interpretar y expresar nuestras esperanzas y nuestros temores.
     Se mencionan los tres estilos de parentaje inadecuados son los siguientes:
·         Ignorar completamente los sentimientos de los hijos.
·         El estilo laissez-faire.
·         Menospreciar y no respetar los sentimientos de los niños.
     Pero finalmente también hay padres que aprovechan los problemas emocionales de sus hijos como una oportunidad para desempeñar la función de preceptores o mentores emocionales. Son padres que se toman lo suficientemente en serio los sentimientos de sus hijos para tratar de comprender exactamente lo que les está disgustando.
     Una de las lecciones emocionales fundamentales es la de aprender a diferenciar entre los sentimientos, no nos resultará difícil entender que un padre que se halle completamente desconectado de su propia tristeza mal podrá ayudar a su hijo comprender la diferencia que existe entre el desconsuelo que acompaña una pérdida, la pena que nos produce una película triste y el sufrimiento que nos embarga cuando algo malo le ocurre o una persona cercana.
     Algunos de los elementos fundamentales de la inteligencia emocional que los hijos deben aprender son: aprender a reconocer, canalizar y dominar sus propios sentimientos y empatizar y manejar los sentimientos que aparecen en sus relaciones con los demás.
     El rendimiento escolar del niño depende del más fundamental de todos los conocimientos, aprender a aprender. Hay siete ingredientes clave de esta capacidad fundamental.
·         Confianza: la sensación de controlar y dominar el propio cuerpo, la propia conducta y el propio mundo.
·         Curiosidad: la sensación de descubrir algo es positivo y placentero.
·         Intencionalidad: el deseo de capacidad de lograr algo.
·         Autocontrol: la capacidad de modular y controlar las propias emociones.
·         Relación: la capacidad de relacionarse con los demás.
·         Capacidad de comunicar: el deseo y la capacidad de intercambiar verbalmente ideas, sentimientos y conceptos con los demás.
·         Cooperación: la capacidad de armonizar las propias necesidades con los demás.
     Parece que las madres que protegen a sus hijos muy reactivos contra la frustración y la ansiedad, esperando ayudar así a la superación de este problema, aumentan la incertidumbre del niño y termina provocando el efecto contrario.

La alfabetización emocional 
     Las tendencias mentales que presentan los niños agresivos perduran teniendo problemas de uno u otro tipo. Una investigación realizada sobre jóvenes convictos de delitos violentos y estudiantes de instituto especialmente agresivos demostró que ambos grupos comparten las mismas tendencias mentales. Son personas que cuando tienen problemas con alguien tienden automáticamente a considerarle como un adversario y extraen conclusiones precipitadas sobre su hostilidad sin recabar información ni buscar formas más pacíficas de dirimir sus diferencias. Tampoco suelen considerar las posibles consecuencias negativas de un desenlace violento.

     Una observación minuciosa de las causas de depresión juvenil señala la presencia de serias deficiencias en dos competencias emocionales fundamentales: la capacidad de relacionarse y la forma de interpretar los reveses y contratiempos de la vida. 

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